redes neuronales

Neurociencia en la vida cotidiana

No hace mucho tiempo escuché en la serie documental de la BBVA la charla de David del Rosario[1], un Investigador en Neurociencia de Cataluña, España.  Me encantó porque me sentí profundamente identificada con lo que compartió.  Su consigna me inspira:  “conoce tu cerebro y haz las paces con tus pensamientos y emociones”.   Comparto mis notas de aquella charla reinterpretadas por mi persona.

Entender la funcionalidad de nuestro cuerpo físico, respetarla y atenderla, con rutinas físicas y buena alimentación, requiere conciencia y disciplina personal, pero con frecuencia hacer todo eso es todavía más viable que aprender a gestionar nuestras emociones y nuestros pensamientos.   En tiempos donde el estrés del trabajo, los roles familiares, los desafíos de la economía familiar, las interacciones humanas conflictivas, así como las amenazas del mundo actual, sea por guerras, sea por virus o por viejos conflictos políticos, el gestionar nuestras emociones cotidianas es de lo más difícil que solemos tener.  Podemos tener solvencia en las cuentas bancarias, pero aún esa estabilidad, no tiene hoy seguridades absolutas. Vivimos en tiempos de muchísima incertidumbre.

De modo que no es raro que al levantarnos, dice David del Rosario, tengamos en solitario una sensación de vacío y preocupación que se te anuda en la garganta.  Pensamos quizás que las causas están en todo eso que ya hemos dicho que nos abruma.  Cuando tomamos un poco de aliento nos disponemos entonces a realizar cambios sustantivos en aquellas situaciones que pensamos son las responsables principales de nuestro malestar.  No obstante, con frecuencia, la sensación de desasosiego y de vacío se mantiene.  Lo notamos cuando estamos solos o solas, al despertar o al tratar de conciliar el sueño.

Con fortuna, con un poco de honestidad, a veces la vida misma en su fluir nos permite observarnos y atisbar en las profundidades del ser que esa sensación no proviene de nuestro mundo exterior y de sus avatares, sino de nosotras mismas, de nosotros mismos.  David cuenta que a él le sucedió eso. Por eso empezó a investigar su vida.  Quería ser feliz, y tenía que hacerlo con la mente, el cuerpo y el cerebro que tenía. Un cuerpo, una mente y un cerebro que no sabía cómo funcionaba realmente. Eso le llevó a estudiar biomedicina y neurociencia.

Afortunadamente David del Rosario nos comparte su conocimiento, y aprendemos de él mientras nos decidimos a estudiar neurociencia por nuestra cuenta, igual que él lo hace. ¿Por qué no?

Complejidad de nuestro cerebro

Como investigador de la Neurociencia afirma que estudios científicos de la más alta credibilidad confluyen en afirmar que de todo lo que sucede a nuestro alrededor nuestro cerebro capta solamente un 5%, y que de ese 5% un 90% de los procesos que suceden son de orden inconsciente.  Esto quiere decir que nuestro cerebro realmente opera sólo con un 10% de la información disponible que puede captar y procesar.  Con esa información nuestro cerebro induce nuestras interpretaciones y nuestras actuaciones.  Como dice David, con esa información es que yo puedo determinar si una persona es o no de mi agrado, así como si empezamos una guerra entre naciones.  Así de riesgoso es.

Por eso, mucho ojo.  Cuidado con las propuestas (percepciones, juicios, interpretaciones, etc) que mi propio cerebro me hace en las circunstancias del día a día, pues pueden ser (son!!) totalmente parciales, insuficientes,  limitadas,  y quizás,  erróneas sobre la realidad exterior y sobre nosotros mismos.  

Si observamos más detenidamente, la cotidianidad personal se construye  a partir de movimientos, rutinas, personas, lugares, roles a cumplir, pero entremezclada en ese barullo de actividades y espacios sociales,   lo que  experimentamos son emociones, pensamientos, inquietudes, sentimientos, valores.  Y en el proceso ese tipo de suceso resulta especialmente importante en la vida de las personas.

En vista de que así suceden las cosas en el día a día, hay realmente dos formas de vivirlas:  siendo consciente de cómo funciona nuestro organismo y en particular nuestro cerebro y por tanto con más posibilidad de gestionar mis pensamientos y mis emociones ó vivir la vida al ritmo de cómo funciona nuestra mente y nuestro organismo de manera autónoma, y por tanto al vaivén de un entramado de eventos mentales y sensitivos, muchas veces conflictivos, turbulentos y tóxicos.

Cuando yo no sé cómo funciono creo que lo que yo pienso y lo que me pasa viene generado por el otro. Convierto eso en un hecho, en mi verdad.  Paso a experimentar la vida tal cual la ve mi cerebro, tal cual la cree mi inconsciente. Cuando se asume conscientemente la experiencia de vida, la persona entiende que aquello que piensa es sólo una posibilidad y no es mejor que lo que piensan otras personas.  Cuando entiendes esto, cuando asumes esto, empiezas a asumir la responsabilidad de lo que piensas y cuando haces ese gesto empiezas a relacionarte con tus pensamientos de una manera completamente diferente.  De nuevo: “conoce tu cerebro y haz las paces con tus pensamientos y emociones”.

Autoobservación

Explicado lo anterior veamos cómo funciona el miedo y la confianza, dice David del Rosario. ¿Cómo funcionan ambos en mi cerebro? En el cerebro no hay circuitos para el miedo y otros para la confianza. Todo va por el mismo canal, por las mismas redes neuronales.  El miedo y la confianza son en cierto sentido dos caras de la misma moneda.  En cada situación soy yo quien tengo que decidir si libero el miedo o libero la confianza. La respuesta a esto no es racional, solo se entiende como experiencias. 

La mentira en el dia a día es otro fenómeno interesante.  Afirma David del Rosario que en realidad según los estudios de la neurociencia, mentimos cada 3 minutos, y en el lapso de una conversación llegamos a mentir hasta un 35% del tiempo.  ¿Por qué? Porque cuando vivimos la vida sin saber cómo funcionamos orgánicamente nos estamos mintiendo todo el tiempo. Cuando yo creo que aquello que siento proviene de las otras personas, me estoy mintiendo.  Cuando yo creo que aquello que pienso es mejor que lo que piensan los otros, me estoy mintiendo.     Por eso la honestidad no tiene nada que ver con los demás, con decirle mentiras a los demás, sino que tiene que ver con uno mismo, es un gesto de empatía con uno mismo.  Es  ser honesto conmigo mismo.  Pero nuestro mundo no está preparado para la honestidad.  Y esa es la principal fuente de todos nuestros problemas. Sin honestidad aflora el ego, gobierna la ignorancia, la insensatez.

De modo que cada vez que nuestro cerebro proponga un pensamiento, en lugar de huir de él o rechazarlo, preguntémonos:  ¿me sirve este pensamiento para vivir este momento? La respuesta no es racional, la da la sensación que sentimos en el cuerpo.  La sensación habla de la utilidad de lo que piensas.  Es por la sensación que llegamos a seleccionar los pensamientos que dejamos prosperar en nuestro cerebro.  Es por la sensación que llegamos a atisbar un camino para la paz y la felicidad interior.  Y este es un proceso y experiencia absolutamente personal. No se encuentra en las tiendas, ni nos lo dan las otras personas, es una experiencia personal que además hay que estimular día con día.

La tarea es reeducar el cerebro.  Es inevitable.  Él siempre espera ser reeducado.  Comenzar a comportarme en mi día día de una manera coherente con la relación cerebro, mente y sensación.  Para ello tenemos muchas herramientas a nuestro alcance que podemos explorar en otro momento.  Pero lo cierto es que este proceso de reeducar a nuestro cerebro no tiene nada que ver con cambiar a los demás.  No tiene que ver con una búsqueda externa sino con asumir las cosas que pienso, asumir las cosas que siento.  Esto lo único que hace es devolverme la responsabilidad de lo que pienso y poder descansar de la dura tarea de estar culpando a todo el mundo por lo que siento, y por lo que pienso. 

La tarea es personal

Las y los que se empeñan en cambiar a las otras personas, cambiar a su familia o cambiar el mundo, suerte, dice David del Rosario. Pero es mucho más sencillo y eficaz asumir aquello que nuestro cerebro está pensando y  sintiendo.  Al hacerlo descubriremos que le damos a los pensamientos la condición de hecho y que normalmente proyectamos las cosas que sentimos sobre los demás.  Solo viendo eso se abre la posibilidad de reeducar el cerebro.   De modo que cuando empezamos a tomar conciencia de que un pensamiento solo es una propuesta neuronal, qué alivio!!.   No saben las veces que he celebrado descubrir que no tengo razón, dice David del Rosario.  Asumir nuestra ignorancia no es un fracaso, todo lo contrario:  si la asumimos, aprendemos.  El error es una gran oportunidad, es la oportunidad de darte cuenta que no sabes y aquí ocurre algo muy curioso:  solo el que se da cuenta que no sabe, mira.  Cuando crees saber, no miras.  Y ahí nos encontramos con un reto y es:  pensar menos la vida y vivirla más.

Gracias David del Rosario, gracias.

Una experiencia personal

Nota:  quien quiera aprender más con él puede buscarlo en la página web daviddelrosario.com

[1] Investigador pionero en el ámbito de la neurociencia aplicada al día a día.  Ingeniero en Biomedicina. Autor del bets seller “El libro que tu cerebro no quiere leer”. Actualmente realiza el doctorado en Ciencias de la Salud en la Universidad de Alicante, España. 

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